Papel pintado de lujo
En una de las secuencias iniciales de esta suntuosa adaptación cinematográfica del clásico de Evelyn Waugh, Charles Ryder (Matthew Goode) recibe dos dispares opiniones sobre su arte pictórico. La primera la formula uno de esos individuos que no temen reconocer sus lagunas en estética, antes de afirmar que, a pesar de eso, "saben lo que les gusta". La segunda la sirve el arquetípico pedante empeñado en encontrar la metáfora a cada objeto artístico. Para uno, incluso un gauguin sería papel pintado. Para el otro, incluso el papel pintado tendría subtexto.
La película de Julian Jarrold, director de Pisando fuerte (2006) y La joven Jane Austen (2007), podría también someterse a esas miradas divergentes. Para un tipo de espectador sin especiales infecciones cinéfilas, pero "que sabe lo que le gusta", este Retorno a Brideshead, condenado a lidiar con el recuerdo de la espléndida miniserie producida por la Granada Television en 1981, magnífica y que comprime una textura reconocible: es un viaje virtual a un paraíso perdido, una inyección de nostalgia de síntesis por un tiempo no vivido, aislado en sus fases de crepúsculo y desintegración. Para el amigo de rascar en claves ocultas y subtextos, la película, rodada en ese castillo Howard que ya sirvió de escenario en la serie, delata a la vez un posible complejo de inferioridad con respecto a esa versión previa y una fascinación estética tan poderosa por el aristocrático universo de los Marchmain que los elementos más problemáticos del original literario son asumidos como dogma de fe.
RETORNO A BRIDESHEAD
Dirección: Julian Jarrold.
Intérpretes: Matthew Goode, Ben Whishaw, Michael Gambon, Emma Thompson.
Género: drama. Gran Bretaña, 2008.
Duración: 133 minutos.
Retorno a Brideshead es, entre otras cosas, la historia de la seducción que los Marchmain ejercen sobre Ryder: una seducción de clase, intelectual, afectiva, carnal y amorosa que terminará siendo, finalmente, una seducción espiritual, el resorte de una redención. Y es precisamente este último aspecto -que da sentido final al conjunto y debería clarificar las alusiones a la culpa que enmarcan la evocación- el que, en la pantalla, no resuelve su enigma. El resultado, sin ser completamente desdeñable, convierte a Waugh en papel pintado. Eso sí, de lujo.

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